Aunque uno no quiera, es de mantener los pelos parados por el gran miedo que nos provoca en enterarnos que con la sangre más fría y con inusitada frecuencia de día o de noche secuestran jovencitas, se divierten a lo grande con ellas, las ultrajan como les da la gana y no conformes con ello las asesinan y hasta se dan el lujo de convertirlas en cecina; el horror con que actúan las redes del crimen ya no tiene parangón.

Invito aunque sea un solo lector a que me acompañe a considerar por algunos minutos lo que pasa por la mente y por su corazón desde el primer minuto en que es atrapada la persona y si se trata de una adolescente cuanto mayor será su angustia durante el tiempo que dure, en sus cinco sentidos, entre las manos criminales de sus verdugos viendo que  en cuestión de segundos habrá pasado a la inmortalidad.

Estoy convencido que si nuestra fe fuera del tamaño de una semilla de mostaza y cada uno de los instantes de nuestra vida fuera ofrendado al Dios dispuestos del mejor grado posible a que sin importar el cuándo, el cómo, ni el donde nos llegue nuestro final, simplemente porque esa fue la voluntad del Creador, serviría para detener la actual ola de delincuencia y, con un ratito de suerte hasta México sería visto como un ejemplo a seguir.

Hagamos la prueba: si los romanos en los primeros años del cristianismo se ahogaron con la sangre de los millones de mártires con cuanta mayor razón cuando lo que tenemos que derrotar es el dios dinero de los criminales sin la menor ideología.
Yory Godman