Como todo mundo sabe acabamos de celebrar la Semana Santa y su posterior Semana de Pascua y, al parecer, también con éstas pasaron todo nuestro espíritu de recogimiento y de contemplación y nuestro compromiso de corresponder con algún sacrificio al Cristo que no bacilo ni un instante en obedecer la voluntad de Quien lo había enviado como un Mesías verdadero y como el Salvador de la humanidad. El propósito de estas líneas es el que como cristianos que nos confesamos no permitamos que una y otra Semana Mayor pasen y no conservemos de éstas más que los recuerdos de las vacaciones las cuales disfrutamos gracias a estas conmemoraciones de la redención del género humano. En suma, deseo enfatizar que aún en los últimos segundos de su agonía “en la cruz sufriendo indecibles dolores y sobre todo, la angustia de una asfixia moral, pronuncia 7 frases que en conjunto, constituyen un testamento de perdón, de amor misericordioso e ilimitada confianza en el Padre Celestial.”

“Este mensaje último de Jesús da sentido a todas la pruebas y sufrimientos de nuestra vida, ofrece consuelo y ánimo a los enfermos de cuerpo y alma, a las personas que se sienten solas o abandonadas. . .Y nos ayuda a entender que el sufrimiento puede ser un medio de salvación y redención. La resurrección o vida eterna siempre pasa por el camino de la cruz”.