SEAMOS INSTRUMENTOS DE UNIDAD.
Hace apenas unos días se realizó el primer debate entre los cuatro aspirantes a la Presidencia de la República, un encuentro que sin duda sobresalió por las innovaciones que el Instituto Nacional Electoral incorporó al formato del encuentro, logrando transformarlo de un modelo rígido y simplón, a un evento dinámico, que al mismo tiempo que permite el lucimiento personal de los debatientes, también demanda atención, preparación y un cuando menos un mínimo conocimiento de técnicas de disertación y oratoria moderna por parte de los participantes.
Sin embargo la parte sustantiva del debate, que al menos en su naturaleza formal es la generación y transmisión de ideas que conecten con la audiencia, así como la construcción de razonamientos lógicos y congruentes que den sustento a sus planteamientos acerca de cómo quieren gobernar al país, no logró superar el nivel que los propios contendientes han decido imprimir a la elección presidencial, limitándose a externar en sus intervenciones datos imprecisos y argumentos falsos encaminados en la mayoría de las veces a demeritar la trayectoria personal y política de sus adversarios y sembrar un halo de duda y hasta temor sobre su desempeño.
Después de esta primera confrontación los electores nos quedamos con más interrogantes, que al inicio de la misma, con un vacío de propuestas que difícilmente será llenado en los aproximadamente 65 días que restan a este periodo electoral.
Desafortunadamente lo que los cinco candidatos sí han logrado transmitir con toda eficacia es un discurso de encono, división y miedo, que hoy tiene confrontada a una buena parte de la sociedad mexicana, este enfrentamiento incluso ha alcanzado a los creyentes, hombres, mujeres y jóvenes qué atendiendo a su formación espiritual, deberían conducirse con prudencia, misericordia y caridad.
En la actualidad la disputa ya no es únicamente entre quienes aspiran a gobernar los destinos de nuestra nación, sino que se ha convertido en una lucha entre hermanos quienes identifican la existencia de varios Méxicos, uno mejor, uno malo y otro indeseable, pugna que podría producir una sangría que difícilmente sanara.
Como católicos y ciudadanos de buena voluntad, debemos rechazar la confrontación, desterrar el odio, el voto del miedo. Hoy estamos llamados a ser instrumentos de unidad, debemos buscar el Bien Posible, identificar a la persona que representen la mejor opción para nuestro país, para todos.
Aceptemos la invitación que nos han formulado nuestros obispos, participemos con un voto razonado, reflexionado y en conciencia, producto discernimiento personal y familiar de las plataformas electorales, trayectoria y posturas de cada uno los candidatos en temas como: Derecho a la vida, dignidad humana, familia y libertad religiosa. El México que queremos es posible.
Por: Luis Antonio Hernández / Director Voto Católico