México, patria mía, te vistes de luto por esos jóvenes que soñaban con una vida mejor en un país extranjero y hoy regresan derrotados. Muchos diarios y noticieros televisivos del mundo te juzgan como una nación fallida, pero no eres una nación fallida, no, no; eres un país que pelea contra el enemigo: el narcotráfico y la corrupción.

No eres una nación fallida, no, eres un país que lucha contra las fuerzas del mal. México, ponte de pie, eres un país generoso, magnánimo, alegre, dicharachero que le gusta reír, cantar, bailar, sólo que hoy las reglas han cambiado. Pusiste tu esperanza y tu futuro en un país ajeno.

México, ponte de pie, no te arrodilles ante el mal que se ha infiltrado en tus filas. Esta lucha por erradicar los males que te aquejan no debe ser con balas, sino con determinación masiva, educación excelente, trabajo digno bien remunerado, recursos bien administrados.  El dinero fácil de los enervantes trae violencia, crueldad, odio, malestar perpetuo, sobresalto, miedo, inestabilidad. Acaba con la bondad, la confianza, el entusiasmo, la alegría de tu gente. Contamina tu suelo con pólvora, lo mancha de sangre inocente.

México, tienes múltiples recursos naturales, eres el cuerno de la abundancia, tus hijos son gente buena. Tu bandera tricolor ondea bajo el sol recordándole al mundo tu orgullo de raza. Ya basta a la impunidad, a la corrupción, a los arreglos por debajo de la mesa en lo oscurito de nuestros gobernantes. Un alto a violencia, a la falta de seguridad. El país está inmerso en una sensación de desamparo.

Mario Benedetti decía: “No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo nuevo, porque ésta es la hora y el mejor momento.”

México, ésta es la hora. Recuerda lo que dijo Jorge Wagensberg: Las mentiras se construyen, las verdades se descubren.  Hazme llorar con la verdad para que no me destruyas con la mentira.

El pesimismo ante los acontecimientos violentos que presenciamos desencadena sentimientos de descontento que conducen a una mayor insatisfacción de vida. Nuestros sentimientos determinan en última instancia la calidad del trabajo que realizamos. Si lo que hacemos lo desarrollamos en forma negativa, con apatía, con desánimo y con una total falta de creatividad, difícilmente lograremos un nivel de excelencia. Estamos derrotados antes de empezar; condenados a realizar trabajos repetitivos, de nula iniciativa y satisfacción personal, de total subordinación y dependencia; trabajos de mala calidad. Y los sentimientos inconscientes de dependencia tienen frecuentemente por resultado la hostilidad abierta o encubierta a la persona de la que se depende.

México, más tenemos los recursos naturales y los cerebros que muchos países del planeta envidian. Nadie se explica  por qué millones de mexicanos están sumidos en la pobreza, y menos el que hayan sido educados para vivir con la mano extendida, parados en fila, esperando la próxima dádiva del próximo político. El cambio requiere una revolución pacífica, una revolución silenciosa y profunda en el sistema de pensamiento que inicie en los hogares, en las aulas, organizaciones, instituciones. Necesitamos un cambio planificado en todas las estructuras, y eso requiere la transformación de los individuos, de sus conciencias y corazones.

México, el perseguir el “sueño americano” se convirtió en pesadilla. El poner la esperanza en otro país que no es el nuestro es evadir nuestro compromiso personal con nuestra patria. Olvidamos amarte y a menudo te denigramos. No hemos aprendido a decir con orgullo: “Hecho en México, por mexicanos”.  Mexicanos bien  remunerados.

La visión mental de un futuro luminoso hará que nos sobrepongamos a los obstáculos de nuestra condición presente. El proyecto de crear la sociedad justa y digna que todos merecemos es una idea exageradamente ambiciosa, pero por ser tan grande, exige una gran energía de cada uno de los mexicanos.  Y sí, México, tenemos prisa.

Dice un proverbio japonés: “Hay una puerta por la que pueden entrar la buena o la mala fortuna, pero tú tienes la llave.” Un proverbio mexicano dice: “La vida es un laberinto. Sólo los iluminados conocen la salida”. Siempre habrá alguien que arroje un vidrio roto sobre la playa, pero a la vez, siempre habrá alguien que se agache a recogerlo.

Blanca Esthela Treviño de Jáuregui

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