¿DEBE LA IGLESIA PARTICIPAR EN POLÍTICA?

Sin lugar a dudas la política es un tema que genera mucha controversia, sobre todo cuando los tiempos electorales se avecinan. Al menos en nuestro país, dado su contexto histórico, se tiene la concepción de que la Iglesia no debe de emitir declaración alguna sobre temas relacionados al ámbito político.

¿Es correcta esta postura según la palabra de Dios? Quizá conviene hacer algunas revisiones para tener un punto de vista más objetivo. Generalmente un episodio del Evangelio que se suele utilizar para censurar cualquier <> de la iglesia dentro del espectro político es aquel en donde Jesús afirma: <> (cf. Mt 22, 15-21).

Un análisis profundo de este pasaje del Evangelio más que reprobar la intromisión de la fe dentro del ámbito político, indica más bien que el hombre debe ser justo en el cumplimiento de sus deberes civiles y religiosos. De hecho, si se entiende la política como el quehacer ordenado al bien común de todos los ciudadanos, es deber de la Iglesia, dada su vocación profética, emitir su juicio sobre lo que es correcto y censurar lo reprobable a la luz de la palabra de Dios. Y esta actitud no es ajena a lo que los profetas, ya desde tiempos del Antiguo Testamento venían haciendo, criticando las injusticias sociales y a los excesos de los reyes (cf. 1R 13, 1ss; ls 1, 15-17; Am 2, 6-7; 5, 7.11). ¿Acaso se puede condenar a Moisés que se presenta ante el faraón para pedir la liberación de Israel? (cf. Ex 7, 1ss; 9, 1ss) ¿No fueron muchos de los episodios de la historia sagrada acontecimientos que cayeron dentro de los umbrales de acontecimientos políticos? En el Nuevo Testamento la situación no es diferente. Vemos como Juan el Bautista reprende al gobernante Herodes por el hecho de que tenga como mujer a la esposa de su hermano (cf. Mc 6, 18), situación que le costó la vida (cf. Mc 6, 27-29). El mismo Jesús al referirse a Herodes, no duda en llamarle <> (cf. Lc 13, 32). También notamos como el mismo apóstol Pablo pide que se ore por el bien de los gobernantes (cf. 1Tm 2, 1-2), y en la Primera carta de Pedro se hacen exhortaciones similares (cf. 1P 2, 17).

Viendo esto en su justo contexto, no debe extrañar a nadie que los clérigos hagan declaraciones sobre lo desaconsejable que es estar a favor de un partido político o de un candidato por sus posturas ideológicas, contrarias al Evangelio. Los consagrados son también ciudadanos, y como tales poseen garantías. ¿Ya se les olvidó a los detractores de la Iglesia que éstos tienen personalidad jurídica desde la década de los 90's y como tal pagan impuestos también? Entonces, ¿por qué no pueden hablar de política? Y aun cuando alguna ley sancione tal actitud, es mejor obedecer a Dios antes que a los hombres (cf. Hch 5,29), aunque con ello se acarree desprestigio o desaprobación.

En efecto, si bien es cierto que el mismo Derecho Canónico,  es decir, la disciplina por la cual se regula jurídicamente la Iglesia católica, prohíbe que los clérigos tomen cargos de elección popular o que tengan participación activa en algún partido político (cf. CIC 285 §3; 287 §2;671), esto no significa que exista una restricción en cuanto a formar la conciencia política de los laicos. De hecho, como se enseña la legislación eclesial, es deber de los laicos santificar las realidades temporales (cf. CIC 225 §2; Mt 5, 13), por lo que su adhesión a alguna entidad política lícita está plenamente justificada, pues también ahí se deben impregnar los valores del Evangelio, más aún cuando impera la corrupción.

Es tiempo de dejar pensar que la Iglesia, ya sean religiosos o laicos, debe taparse la boca al hablar en lo que respecta a temas de índole política, porque es su deber y derecho iluminar la conciencia de los hombres (cf. Mt 5, 14-16), no en vistas a tener una situación privilegiada, sino con el fin de expandir el reino de Dios y contribuir a un desarrollo integral del ser humano (cf. Mc16,15).

Martín Bazán Estrada, MSP