LOS REOS DESPLAZADOS

Desde los tiempos de Calderón Hinojosa, de Peña Nieto y en los primeros años de Don Andrés Manuel, 40 mil 580 millones de pesos  aportaron para el sostenimiento de 9 Centros Federales de Readaptación Social (Cefereso), mismos que por no cumplir con las especificaciones para su funcionamiento han tenido que ser abandonados y trasladado a los reos de alta peligrosidad a otros sitios. El más reciente fue el 9 de Cd. Juárez, Chihuahua. Con éste suman 6 penales que en 5 años han dejado de funcionar, por lo tanto fueron traslados 300 reos peligrosos. Este traslado provoco irritación a los familiares porque, según aseguran hasta hoy 28 de diciembre es la hora que ignoran el paradero de sus familiares privados de la libertad.

Cabe mencionar que a principios de 2019 el Complejo Penitenciario Islas Marías fue clausurado y se destinaron 15 mil 241 millones 788 mil 136  de pesos (15,241,788,136.00). Al Cefereso 10 en Monclova, Coahuila, 10 millones 643 mil 740, pero se encuentra inactivo desde 2017 y 9 mil 967 millones 775 mil 364 pesos al Cefereso 5 Sureste Huimanguillo, en tabasco desincorporado apenas en el pasado octubre. Puente Grande en Jalisco, inhabilitado como prisión federal a finales de septiembre, se gastaron 213 millones, y casi 57 millones al Cefereso 3 en Tamaulipas, inactivo desde diciembre de 2015. La inversión alcanzó al penal de Papantla en Veracruz, que recibió 4 mil millones de pesos, no obstante sigue en obra negra. Los más de 40 mil millones de pesos para esos penales, cerrados o fuera de operación, tenían la finalidad de convertirse en sistemas de alta seguridad.

A mi juicio, lo anterior es una muestra vibrante  de que la austeridad constitucional no  es  más, en los hechos, que un bello cuento de hadas, o algo por el estilo. Estoy totalmente de acuerdo en que a como están las cosas, principalmente la violencia desenfrenada, México necesita con urgencia, en primer lugar cero despilfarro y en segundo muchos y verdaderos Ceferesos. Actualmente la apreciación ciudadana es que las prisiones, sean estatales o federales: de alta o  de baja seguridad, lo más importante es que dejen de ser nidos de ampones y, no precisamente, por los que cumplen su condena, sino por los llamados,  pomposamente,  custodios y por todo el personal extorsionador,  de corruptos a más no poder. Confió que en el interior de  este inframundo, cuasi infierno se encuentren algunas honrosas excepciones. De no ser así, bien valdría la pena cambiarles el nombre, como ejemplo: Centro de Maldición Averno.

Pablo Gómez Tarso