¡ALEGRÉMONOS! ESTA ES HORA DE TRABAJO Y DE UNIDAD

Espero que todos se encuentren muy bien, como yo estoy con el favor de Dios. No veo la razón de sus angustias, ni mucho menos, del desánimo generalizado que invade constantemente a los miembros de las familias. Esta no es hora de pusilanimidades ni de amarguras. Ha llegado la hora del trabajo productivo y de rehacer nuestras vidas, la unión entre las y los mexicanos. Asimismo, ha llegado el momento de la alegría y sobre todo de la paz y tranquilidad para reconstruir las economías familiares y con ello intentar reparar la recontrahecha economía nacional.

Estas son horas decisivas, de definiciones claras y firmes; sin titubeos sin las menores dudas. De saber con claridad hacer el papel que nos corresponde a cada quien. Siempre entre sonrisas, sin gestos incómodos y mucho menos con la mínima discriminación entre hermanos. Las comunidades que de la nada han logrado edificar verdaderos emporios. Lo han logrado sobre la base del amor y la libertad totales; de unidad y de sana alegría. Entre otros ingredientes que la sabia naturaleza nos irá otorgando en su debida oportunidad. Como vayamos avanzando y requiriéndolos.

Borrón y cuenta nueva. Estamos obligados a ni siquiera de chiste recordar la pesadilla que a la humanidad entera le ha tocado vivir durante los pasados 14 meses. El pasado solo puede pertenecer al pasado. Este ya no debe hacernos sufrir mínimamente; para nada. Ya no podemos volver la mirada hacia atrás. Lo incierto del porvenir lo convierte en el mayor desafío de los humanos. En este campo nos debemos entretener mientras creamos nuestros propios paraísos y colaboramos a la construcción de los ajenos. Permaneceremos tan ocupados que nos faltará tiempo para detenernos en frivolidades.

¿Por qué no hacemos la prueba? Antes de poner en tela de duda mis ideas. Bien vale la pena cerciorarse cada quien, y comprobar si funcionan o no. Está claro que, con irritante frecuencia, los que fallan al emprender actividades productivas o no son los hombres de nula o muy poca fe en ellos mismos, y en lo que emprenden. Luego entonces, no seamos gente sin fe. La fe es un don gratuito, pero no se nos da si no la pedimos con todas nuestras fuerzas fervientemente a nuestro Padre y Creador.

Pablo Gómez Tarso