MEXICO CONTRA LA PAZ, LE HUYE NO CORRE TRAS ELLA ¿CONFUSION O  MANIPULACION?

 

Don Armando, espero esté bien, al igual que su equipo y asiduos lectores. Se va mayo, como se fueron los días de la Mamá y el Maestro. Festejados comercialmente. Y curioso, con las “transformaciones” y mundiales, su labor se desvirtúa hasta disminuir fuerza y peso en la sociedad, cada vez más enferma, por servir a intereses mezquinos que en automático aleja a minorías y mayorías del bien común.

 

La madre que da vida; cuida, orienta y también educa e instruye como los maestros. Ambos diseñan, dirigen y evalúan procesos educativos para que niños, jóvenes y adultos desarrollen su formación integral con conocimientos y valores. Sus enseñanzas integran a la sociedad la hacen crecer equilibrando capacidades: físicas, afectivas, intelectuales, sociales y morales, para que se viva bajo el orden y las disciplinas que garanticen inclusión y se construyan comunidades.

 

La labor de madres y maestros no es fácil, requiere tiempo, trabajo arduo; constante, sacrificios personales y aun así no se les reconoce ni retribuye como debiera. Es puro trabajo de amor por condición y vocación. San Ignacio de Loyola dijo que “El amor se da más con las obras que con las palabras”. Y vaya ejemplo el de madres y maestros que al lograr su objetivo gozan de paz en el corazón.

 

Aun con guerras (Externas y/o internas). Su Paz da felicidad, estado que se confunde por NO atender lo que se dice. Las palabras ayudan si se e s c u c h a n y se está dispuesta(o) a sacarles provecho sobre lo bueno de todo. No entendemos porque no atendemos. Y las sociedades están de cabeza, contrariadas, haciendo cosas malas que parecen buenas,  con ayuda de la veloz tecnología.

 

Imitar el decir y hacer de otros que aparentan ser felices, no da paz a nadie, solo hace evadir la realidad que se teme enfrentar. Por falta de herramientas educativas se desconoce qué camino seguir, y hace caer a muchos en recorridos que dan finales inesperados y hasta funestos. La ausencia de visión y las malas compañías crean confusiones, permite manipulaciones y genera malos entendidos.

 

Cualquier ser humano aspira la felicidad que da paz en el corazón y bienestar con uno mismo, con los demás. Las personas corren tras ella, el inconveniente es que no todos corren en el sentido correcto, ignoran como hallarla. La paz es hermana de la felicidad porque el hombre o mujer, niños, jóvenes o adultos que son felices están en paz. Apartados de lo que les hace mal y por ende practican el bien.

 

El mal conduce a la turbación y la tristeza, males de la actualidad. El comportamiento se inclina hacia la violencia o depresión, se corre por lograr el placer ficticio, momentáneo que lleva a caminos de falsa felicidad derivada de: mala intención, deshonestidad, extorsión, egoísmo, pereza, avaricia, superficialidad, enojo, ira, venganza, o idolatría, hacia cosas o personas sin detenerse a cuestionarlas.

 

La paz proviene de la practica asidua del bien, es fruto del amor y no es una conquista personal, la paz tampoco es algo que se compra. Alguien dijo: “La felicidad no es una aplicación que se baja de internet”, sino la búsqueda y el encuentro del bien, del amor y la entrega que nos hace olvidarnos de nosotros mismos, alejarnos del egoísmo malsano que autodestruye y aleja de la paz.

 

Y no hay amor sin lucha para salir adelante de forma equilibrada. Si la paz no es ausencia de problemas, también es el poder convivir con: dificultades, dolor, dudas, ausencias, carencias profundas o soledades. Sin perturbarnos. La diferencia para superarlas está en no inquietarnos, sino alertarnos y buscar soluciones pensadas, no impulsivas. La paz-felicidad no te ata a la falsedad del mundo ficticio que clama libertad sin responsabilidad, que grita liberarse de cargas sin antes identificar si realmente lo son. Por falta de amor a sí mismos y los demás. No hay paz sin amor y no hay amor sin lucha, la mente suele pelear contra las cosas tal como son.

 

Es vital comprender ese proceso de hacer la guerra, dentro y fuera de nosotros, saber cómo inicia y cómo termina. Asustan los cambios fugaces, las pérdidas, el fracaso, la inseguridad y hasta el envejecer. La incomprensión o malos entendidos llevan a estar peleado con la vida, a huir del dolor o aferrarnos a la seguridad y los placeres que, nunca satisfacen realmente.

 

Nos hacemos la guerra y se la hacemos a la familia y las comunidades por luchas inútiles territoriales. Las naciones hacen guerras por liderar la economía mundial. Las guerras entre personas son reflejo del conflicto interno, de los miedos NI ENTENDIDOS NI ATENDIDOS por limitarnos a circunstancias que no podemos controlar y en lugar de observar y comprender optamos por batallar sin tregua.

 

La tendencia mental niega o reprime la consciencia de la realidad. Gastamos energías para rechazar inseguridades, ocultarnos de las verdades básicas del mundo. La negación hace escapar a los pesares y dificultades de la vida. Apoyándose en adicciones de cualquier tipo: drogas, juego, comida, sexo, relaciones insanas, trabajo. Creando apegos compulsivos que tapan sentimientos y nos hacen insensibles a la realidad para eludir la experiencia. Sume tecnología que acelera ritmo erróneo de vivir.

 

Velozmente confundidos, desubicados se aíslan hacia la pobreza interior, más dañina que la pobreza económica. Por guerras internas no atendidas ni entendidas. Bajo patrones de crítica y agresión que suponen cambios inalcanzables. Como los propósitos que quedaron en intenciones no logradas. ¿Falta de voluntad, de comprensión y de entrenamiento gradual que abandona la guerra interna no resuelta? Prefieres estar en el pasado = recuerdo o el futuro = fantasía. Encontrar la paz es vivir en el presente.

 

Proyectos, esperanzas, ambiciones, lamentos, culpa o vergüenza del pasado atrapa. En cambio, sentirse vivo enfrenta el presente y lo que conlleva sin paralizarse por miedos o tasar la felicidad en poseer algo o estar a expensas de alguien. Descubrir sentir el miedo, el descontento y las dificultades hace afrontar dificultades, es un acto de valor y compasión. Saber que podemos estremecernos y sobrevivir, ayuda a despertar a la grandeza de corazón. Nos abre al mundo, con sus gozos y penas.

 

Reconocerlo hace entender y atender el sufrimiento inevitable. Contemplar y aceptar la vida como un todo termina con la guerra interna y externa para alcanzar la paz. No se trata de negar o huir sino de aprender a no rechazar nada, sino actuar con compasión y pasión por la vida y no la muerte, destino al que llegan por lo regular los distraídos. ¿O usted qué opina?

 

LIC. JULIETA CAMACHO RIOS.