El pasado viernes 8 de octubre, día de la Alianza del Bicentenario México-Estados Unidos. A mi juicio fue muy exitosa. No se podía esperar que resultara de otra manera. Nunca salen mal las cosas cuando las partes participantes actúan con altura de miras, en busca del mejoramiento de vida de los pueblos representados; en este caso, nuestros dos países. Eso del calificativo “del Bicentenario” se debe a que, cuando México solo tenía un año de haber consumado su independencia del gobierno español por el muy poco laudado don Agustín de Iturbide. Se inició la relación entre nuestras dos naciones: septiembre de 1822.

Las acciones a que ambos países se comprometieron (México y Estados Unidos) se refieren a trabajar con especial eficacia contra el complejo problema de migración. Priorizar acciones contra el tráfico de armas y de drogas. Creo que, por lógica, no se podrá separar las acciones contra el combate al tráfico de armas y de drogas, del combate contra la inseguridad en ambos territorios. Pienso que, desde mucho tiempo atrás era ya un urgente imperativo contar con acuerdos de esta naturaleza. Sobre todo, si las acciones por iniciarse resultan tan efectivas como son de desear, dado el alto índice de criminalidad sin control al que se nos ha obligado a vivir, principalmente, en las más recientes décadas.  

Solo, me resta elevar mis votos más fervorosos al cielo. Con el propósito de que nada ni nadie enturbie la práctica de las acciones relacionadas con tan plausible “ALIANZA”.  Con iniciativas similares deberían abarrotarse las agendas, tanto de funcionarios como de nuestra sociedad civil.

Pablo Gómez Tarso