Mad Max  

El pasado 26 de diciembre decidí ir a la ciudad de Querétaro a pasar unos días de asueto con mi familia y aprovechar para pasear por Tequisquiapan, visitar algún viñedo y disfrutar de la vista en Peña de Bernal. Mi primera observación fue que nuevamente hay varios tramos en reparación en la autopista México-Querétaro, situación que parece ser permanente e interminable. Recuerdo que hace ya varios años se comenzó a cambiar el asfalto por cemento en esta autopista, situación que parecía ideal para tener una vía segura y rápida para llegar a Querétaro y a otros estados con gran oferta turística como son Guanajuato y Zacatecas. Sin embargo, parece que estos esfuerzos fueron infructuosos ya que, en varias partes de la autopista, lo que parecía duraría más de cien años no tardó nada en mostrar grandes fracturas y resquebrajamientos, siendo necesario iniciar reparaciones; de hecho, parece que nuevamente se han decido por el asfalto. De esta forma, con tanto embudo por reparaciones, el viaje fue muy tortuoso y terminé haciendo casi cuatro horas de trayecto. 

Una segunda situación en la que reparé fue la enorme cantidad de camiones de todos tipos que recorren esta vía, tanto de redilas, de pasajeros, pipas, remolques, dobles remolques, etc. Es claro desde hace ya mucho tiempo la importancia económica que tiene la región del bajío, tanto desde el punto de vista industrial como del turismo y los servicios, por lo cual resulta increíble que no se haya desarrollado el tren como medio transporte para esta zona geográfica. No es por menospreciar, pero no entiendo la viabilidad de un tren a Toluca o como es el caso del que se construye en el sureste del país, donde en mi opinión, sus carreteras y autopistas son suficientes para la actividad que se desarrolla en estas regiones. Dichos proyectos más bien parecen caprichos presidenciales. En esta lógica, tal vez ya sea hora de tener nuevamente un presidente emanado del centro del país para tener un ferrocarril realmente necesario y que detonaría el crecimiento a lo largo y ancho de la República Mexicana. 

 

Un tercer y último punto a destacar y por el cual e intitulado este artículo como lo he hecho, fue la falta de autoridad e importante anarquía que reina en esta autopista México-Querétaro. De regreso a México, me decidí a utilizar principalmente el carril central, ya que la velocidad promedio a la que manejo por lo regular es de entre 100 y 110 kilómetros por hora, por lo que el de baja velocidad no es opción para mí, y por el de alta, transitan automóviles que viajan a más de 110 kilómetros por hora.

Sin embargo, no fue la forma más segura de transitar por esta vía; en un momento dado, un tráiler se me pegó a menos de dos metros, de tal forma que me presionaba para ir más rápido y en determinado caso, quitarme del paso. No entiendo porque no se decidió a tomar el carril de alta y dejarme en paz, pero no lo hizo y permaneció atrás de mí. La presión era mucha, enfrente tenía un camión de pasajeros lo que parcialmente me limitaba la vista a lo que había más adelante en el carril de extrema derecha -baja velocidad-; en estas circunstancias, tomé la decisión de cambiarme al carril de baja velocidad con la mala suerte de encontrarme metros más adelante con un camión que viajaba muy lento, forzándome a frenar bruscamente. Mi familia y yo estuvimos en riesgo.

Supuse que esta actitud agresiva del tráiler fue algo excepcional.

Regresé al carril central sólo para que, al poco tiempo, un nuevo trasporte de grandes dimensiones se encontrara presionándome para que me quitara. Nunca antes me había sentido tan agredido en una autopista de cuota ni experimentado temor. Al llegar a la caseta expresé todo esto con el personal encargado de cobrar el peaje y pregunté por la autoridad encargada de mantener el orden en las autopistas. Me respondieron que esta situación surgió a partir de la sustitución de la policía federal de caminos por la guardia nacional. De esta forma, lo que reina en la autopista México-Querétaro es la anarquía, lo que me lleva contrastar esta situación con la película de Mad Max. Basta con hacer un recuento de los recientes accidentes en esta autopista para saber que el imaginario es una realidad.